Un año y medio de ausencia
La última vez que entré en un cuerpo,
era el tuyo.
No fue solo carne,
fue un ritual donde mi piel pronunció tu nombre,
donde mi deseo se arrodilló ante el amor.
Después vino la ausencia,
esa distancia mal escrita,
esa sombra entre los dos que llamaste tiempo.
Y yo,
yo me quedé quieto,
fiel como una llama que se niega a extinguirse.
Mi lujuria, mi placer,
todo lo que en mí ardía
lo encerré en un invierno sin fin,
para que no se derramara
ni una sola gota del amor
que aún latía por ti.
Un año y medio.
Mil días gritando tu nombre en el silencio,
alimentándome de la esperanza
como si fuese vida,
como si en cada amanecer
tuviera que convencerme de que aún volverías.
Y volviste.
Pero el amor,
el verdadero amor,
ese que yo creí entender
a través de tus palabras,
no era el mismo que tus actos tejían.
Las canciones, las promesas,
las frases hermosas
pueden llenar el aire,
pero no sostienen el alma.
Lo que importa es la consecuencia,
y yo lo fui.
Dios es mi testigo.
Un año y medio de soledad
que solo la esperanza pudo sostener.
Y ahora dime,
cuando las palabras se desvanecen,
cuando los juramentos quedan atrás,
¿qué queda de lo que fuimos?
lo que hiciste mataron tus canciones
que me dedicabas.
y yo creí y yo espere