A tu lado, amor,
el tiempo es un niño travieso,
corre descalzo entre las horas,
se esconde en el rincón de tu sonrisa
y juega con la brisa que nace de tus palabras.
Tus ojos, dulces como dos luceros cansados,
acarician los minutos hasta hacerlos desaparecer.
El mundo parece detenerse,
pero no lo hace:
huye despavorido ante la luz
que brota de tus abrazos.
Es tu ternura la que deshoja los días,
como si fueran pétalos de un rosal eterno.
Es tu amor, puro como el agua que canta,
el que convierte el ahora en siempre,
el que diluye las sombras del tiempo
en el calor de tu aliento.
A tu lado, cada instante
es un susurro que nunca se agota,
una caricia que el universo nos regala
para recordarnos
que somos más grandes que el olvido.
No importa cuán rápido pase la vida:
si estoy contigo,
cada segundo es un nido,
cada hora, un rincón de cielo.
Y aunque el tiempo corra,
nosotros, amor mío,
seguiremos latiendo en la eternidad
de este abrazo sin fin.
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