Sus cabellos, con el brillo de hembra,
reflejan historias en cada hebra,
mientras sus ojos, ventanas abiertas,
muestran su alma, con sus luces y sus puertas.
Sus manos, fuertes, conocen el trabajo,
modelan la vida con paciencia y sin atajo.
En su risa, hay un eco de olas,
en su mirada, profundidad de mil violas.
No es solo su rostro que guarda secretos,
es su espíritu, libre como el viento en los huertos.
Su sonrisa, un faro en la noche estrellada,
guía a perdidos, con luz apaciguada.
En su paso, se escucha la danza del tiempo,
suspiros de estaciones, risas de un momento.
Ella es calma que sigue a la tormenta,
abrazo cálido, la palabra que alienta.
Sus años no son más que un leve susurro
en el vasto océano, donde el sol busca refugio.
Cada arruga, una historia, cada cana, un verso,
en su piel, se encuentra el poema del universo.
Libre, como el mar que se extiende sin final,
es su espíritu, sin fronteras, sin igual.
Ella la libertad que en el horizonte se encuentra,
la fuerza de la marea, amor que siempre aumenta.
Y en el trabajo diario, su fuerza no mengua,
lleva en su ser nobleza de la tierra.
Su corazón, un hogar que siempre espera,
donde se mezclan sueños, penas y quimeras.
En silencio fomenta mi curiosidad,
y en silencio fomenta ganas de tocarla.
Oh, mujer de años que son puro legado,
eres poesía en el mundo, un canto elevado.
belleza no se mide en lo que ven los ojos,
sino en el alma que a la mar susurra antojos.
Eres vida misma, con complejidad,
esencia de la costa, con inmensidad.
En tu serenidad, encontramos verdad,
de que la belleza es libertad y la eternidad.
Tú andar sensual, refleja pasión,
el mar de Antofagasta canta tu canción.
Eres mujer de fuego, de cielo y de sal,
un tesoro en tu esencia inmortal.
JPabloc